La chica en el cartel de neón

Soy la chica en el cartel de neón con la copa en la mano. No es una metáfora. Soy una muñequita que titila. Y soy fucsia. Compito con la del hotel de enfrente que es azul. Te invito a entrar al bar con mi actitud fácil y mi vestidito sexy. El bar se llama “Dry Girl”, “Chica seca”, es el mejor trago que tenemos: nuestra versión con dos aceitunas del Martini seco que te hace dos agujeros en el estómago. Pero yo, cielo, brillo por vos. Quiero decir que lo que me da fuerzas cada noche para prenderme así es verte llegar.

Siempre lo mismo. Cuando ya tomaste demasiado te vas. Te subís a tu Ford, un modelo de hace algunos años que te sirve. Y adelante, al lado tuyo, se sube alguna. En general morocha y perdiendo el equilibrio sobre los tacos.

Yo quedo titilando y me recaliento, porque soy solamente la figura de una chica linda en un cartel, que no anda bien.

Y pasa la noche. Y se enfría todo. Nieva. Hay escarcha sobre la ruta y sobre este cartel que me da vida. Eso ayuda a bajar la temperatura.

Son las cinco de la mañana y los tacos de ella deben estar tirados en algún lugar de tu departamento. El cartel está por apagarse porque ya no resiste tanto frío. Estoy a punto de morir por falta de mantenimiento. Pero de pronto recuerdo la película “Mannequin”. Una chica artificial puede volverse real y puede que él se enamore de ella, eso me digo. Y me doy aliento para llegar hasta la noche. Lo consigo.

Escucho el sonido del Ford. Llegás solo como siempre. Y salís casi último como siempre. Esta vez sin compañía; hoy no tuviste suerte, cielo. Escuchás un ruido como de cortocircuito, el cartel que insiste en apagarse. Es como si te estuviera chistando. Ch. Ch. Ch. Y te das vuelta y me mirás. Y de pronto te miro. Pensás que es de borracho. Digo que pensás que es por efecto del alcohol que creés que estás viendo a una chica dibujada en neón volverse real y estar sentada, ahora, sobre  el borde del cartel, con sus largas piernas cruzadas y diciéndote esto: ey, cielo, soy una chica fácil que quiere bailar con vos. Y tener sexo con vos. Toda la noche, todas las noches. Y después cocinarte arroz con algo.

Y vos que te acercás a cualquier cosa que se parezca a una mujer, lo pensás, porque dormir solo te desespera.

Encendés un cigarrillo y, con una sonrisa de costado, decís que sólo aceptás la parte del arroz. Y me volvés loca.  

Por la escalera de incendios subís hasta el cartel. Te sentás al lado mío. De fondo las nubes y los rascacielos.

- Contame de tus sueños, chica fácil.

Me río, y lloro un poquito. Y  vos me preguntás que por qué carajo somos tan endiabladamente emocionales y yo te digo: son los estrógenos, cielo, o es la historia que hizo esto con nosotras. - Claro que el golpe final nos lo dio el capitalismo -.

- Contame tu historia, no la de las demás.

Hacernos sentir únicas es muy porno. Quiero decir que eso nos enciende mucho.

Te reís y ya estoy que te amo.

- ¿De dónde saliste?,  me preguntás dejando caer la ceniza del cigarrillo.

.- De tu imaginación. ¿Y vos?

Hacés silencio. Pitás. Largás el humo. Mirás el Ford.

- Sos más linda que mi auto.

- Nunca me dijeron eso. Lo pienso y lo digo.

- Sálvame, soy esa chica que aunque es más inteligente que las otras sigue sintiendo que tiene que ser protegida y todo eso. Llevame con vos, salvame.


Nos vamos en tu auto. Yo me siento al  lado tuyo pero otros sólo ven un Ford con un cartel destartalado en el portaequipaje.

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