Todo

Llega un momento en que ya no te preguntás si es suerte o destino. Las cosas están ahí, arman secuencias y terminan de una u otra manera. Llega un momento en que lo único que te importa es el resultado. Le preguntás al otro si sí o si no. Escuchás la respuesta y no preguntás porqué: sólo accionás. Ni siquiera le decís hijo de puta al hijo de puta, seguís. Lo malo es que tampoco te enamorás; aunque, a decir verdad, mucho no te importa. Sos una jugadora de alto rendimiento: si te ponés a pensar en la pelota que pasó, perdés. Y no querés perder más. Siempre supiste que vos no estabas para perder pero bajaste la cabeza por ese anhelo de aceptación; el puto, puto amor. Pero hoy sabés que ese tipo de amor por el que te arrastraste como una largartija casi sin vida es una ficción en la que creen los que no se animan a ganar. Cuando digo ganar, pensá lo que quieras. Yo en lo que pienso es en agarrar todo lo que me merezco –ya recibí mucho pero quiero más-. Y cuando digo todo, pensá lo que quieras. Yo sé bien de lo que hablo. Y no tengo tiempo de explicarte de qué hablo. 


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