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Ojalá mi corazón se convierta en perro

El chico de Entre Ríos me enseñó a ver que el corazón, a veces, es un lobo. Es así: las personas tenemos lunas llenas, en nuestro interior, y ahí el corazón aúlla. Vimos un documental en el que un hombre negro de ojos negros contaba que los lobos, para comer de manos humanas, bajaron su cortisol. El cortisol es la hormona del estrés, ¿vieron? Y así cambiaron su ADN ¡y se conviertieron en perros! ¿Podrá mi corazón hacer lo mismo? “Para que su corazón no se convierta en lobo en sus lunas llenas, baje el cortisol.  El otro se lo agradecerá.” Quién hubiera pensado que el secreto de mi corazón estaba en una provincia a la que nunca fui.

El chico indicado

Y si pudiera pedir un deseo - a esta altura, mirá vos -, sería saber los nombres de todos los árboles, todos los que existen, y saber cómo son, ¿no? Saber cosas sirve - yo pienso, no sé -  para el alma, para adentro de uno. Las cosas difíciles yo ya las dejé hace tiempo. ¿Te acordás, vos, que leía filosofía y ciencia? Todo eso me  gustaba a mí. De jovencita – bueno, vos me conocías - me mostraba y me creía muy fuerte. Era como altanera, era como, como… como desde arriba, me hacía la inteligente; todo porque nunca tuve casa propia; mi familia, bueno, no teníamos. Ni muchos pretendientes tuve tampoco, o no los veía, no sé, porque bonita era; pero me angustiaba que tenía que lavar a la noche la ropa que me sacaba para usarla al otro día y yo sabía que otras chicas tenían vestidos de todos los colores. De todo tenían. Una vez había un baile y yo no pude ir por no tener vestido. Si fuera hoy, iría desnuda. ¿Te reís? Y otra vez un chico que me gustaba se fue con una que tenía una mo